La emotiva despedida del papa Francisco: su última aparición dejó palabras que el mundo no olvidará

El mundo católico y miles de personas alrededor del planeta aún procesan la partida de una de las figuras más influyentes del siglo XXI. El papa Francisco, quien falleció a los 88 años, hizo su última aparición pública durante el Domingo de Resurrección, en una jornada marcada por la emoción y el recogimiento espiritual. Su presencia, aunque breve, quedó grabada en la memoria colectiva por el mensaje profundo que compartió con los fieles.

Pese a su frágil estado de salud, el pontífice quiso hacerse presente en uno de los días más significativos del calendario litúrgico: la celebración de la Pascua. Aunque no pudo presidir la misa debido a una complicada doble neumonía que venía afectando su salud desde hacía semanas, Francisco apareció en el balcón central de la basílica de San Pedro, en silla de ruedas, para brindar su bendición a los fieles reunidos en la Plaza.

La ceremonia fue dirigida por el cardenal Angelo Comastri, quien encabezó el servicio ante una multitud conmovida. Como es tradición, el Papa debía pronunciar el mensaje “Urbi et Orbi” —una bendición que se extiende «a la ciudad y al mundo»—, pero en esta ocasión fue leída por un arzobispo, ya que el Santo Padre no se encontraba con la fuerza necesaria para hablar en público durante largo tiempo. Aun así, dejó claras sus preocupaciones por el mundo actual, transmitiendo su mensaje a través de voceros cercanos.

En sus últimas palabras dirigidas a la humanidad, el Papa abordó temas fundamentales que consideraba urgentes. Se refirió al creciente antisemitismo, que definió como alarmante, y también expresó su dolor por la situación crítica en Gaza, donde el conflicto ha generado una grave crisis humanitaria. “Pienso en el pueblo de Gaza y en su comunidad cristiana, donde el horror del conflicto no cesa y sigue dejando huellas de destrucción”, señaló en su mensaje.

También habló de la importancia de preservar los derechos fundamentales de cada persona. “No puede existir la paz sin libertad de religión, sin respeto por el pensamiento ajeno, sin libertad de expresión”, afirmó con claridad. Su llamado a la tolerancia y al entendimiento entre culturas y credos fue, sin duda, uno de los ejes centrales de su última intervención pública.

Tras sus palabras, el Papa fue conducido entre la multitud en un vehículo descapotable, mientras los asistentes lo ovacionaban y aplaudían conmovidos. Aquellos que estaban presentes no solo fueron testigos de un momento histórico, sino también de un adiós simbólico.

Desde hace semanas, la salud del pontífice había generado preocupación. Había estado hospitalizado en el Hospital Gemelli de Roma durante un mes, del que fue dado de alta hace poco más de cuatro semanas. Los médicos le recomendaron reposo absoluto, pero su compromiso con la fe y con los fieles lo impulsaron a participar, al menos brevemente, en los eventos pascuales.

Este año, por primera vez desde el inicio de su papado en 2013, el papa Francisco se ausentó de casi todas las celebraciones de la Semana Santa. No participó del Vía Crucis del viernes en el Coliseo, ni de la tradicional vigilia pascual del sábado. Tampoco pudo asistir al lavatorio de pies del Jueves Santo, una de las ceremonias más simbólicas del cristianismo.

No obstante, su breve aparición fue suficiente para dejar huella. El legado del papa Francisco trasciende los actos litúrgicos. Será recordado como un líder compasivo, valiente y cercano, que no temió alzar la voz por los más vulnerables, que defendió la dignidad humana y que promovió el diálogo en tiempos de división.

Su partida deja un vacío inmenso, pero también una enseñanza profunda: la fe no solo se predica, se vive. Y eso, Francisco lo hizo hasta el final.

Related Posts